Ningún género ha envejecido tanto, y, tan mal, como el western. No interesa, y, como no hay demanda, pues, no se hace. Ya los niños, afortunadamente, no juegan con pistolas y Billy el Niño se ha hecho mayor, muy mayor, malviviendo con la pensión.
Ahora beber whisky a palo seco y llevar una colilla en la comisura de los labios no vende, es guarro, anti estético, y, los pequeños sueñan con ser Ken, o directamente Barbie, para triunfar como youtubers exitosos, o, unos consumados hackers y reventar los secretos del establishment.
En las últimas dos décadas se han realizado dos excelentes westerns, Silverado y Sin Perdón, pero los nostálgicos siguen nutriéndose de los spaghetti westenrs, ya clásicos, -el tiempo es el envejecedor único-, mucho más actualizados, próximos, y ligeros.
La gente en un proceso sintetizador, se aferra a la trilogía de Eastwood / Van Cleef / Leone como el producto tipo, de la misma forma, que identifica a la saga de El Padrino para definir las películas de gansters.
Original
Aportación
Vaya fondo de armario
Entre dos amores
Recordando
En cartel; disponible.
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