(Espero que tratar un tema reclacionado con "caca, pedo y pis", no delate estar anclado en mi niñez y muestre no haber superado esa etapa infantil donde este apartado cobra especial importancia afligiendo a progenitores y allegados.)
La tarde tristona y apagada, en esa hora confusa de las dos luces, discurría con su color metálico a lo suyo, ajena a todo, y nada especial se presagiaba a mi alrededor, mientras seguía mi rutina en un entrenaniemto menor, consistente en recorrer a buen paso el empinado parque montañoso situado en el extrarradio de mi ciudad.
Lo bordeaba como otros días y al llegar a una zona donde se establece una placita cuyas caracteristicas muy bien podrian ajustarse a una pista de aterrizaje, junto a una especie de menhir y una gran roca cuya aparición por tamaño y embergadura sea tan cuestionable como la existencia de las estatuas de la Isla de Pascua, me acerqué hasta la alargada piedra vertical a tocar como de costumbre dos puntos o circulos dibujados en su costado, muy próximos, del tamaño de una moneda de 10 ctms. con mis dedos en forma de V, en un ritual de saludo y solicitud de buenos augurios, que, desde hacía mucho tiempo, ineludiblemente, realizaba.
En ese momento, se desgajó de un grupo cercano inadvertido un ser extraño, de aspecto inclasificable, de figura ligera semejante a una complexión femenina, y balbuceando unas inenteligibles palabras como de disculpa que no llegué a comprender, se instaló de cuclillas y desabrochándose una especie de body salmón que llevaba, defecó, ante mis asombro y con una naturalidad no conocida por estos lares, una especie de papilla espumosa color avellana como café con leche.
Me aparté entre incrédulo e indignado y seguí para completar mi tarea, sin saber, muy bien, como gestionar el asunto.
Ahora, vuelvo, un par de veces por semana, adonde se produjo esta escena e inevitablemente mi vista se dirije a aquellos restos, en una comprobación, para convencerme que este episodio no lo he soñado, que sucedió en realidad, como lo he contado.
Siguen allí, solidificados, inalterables, en una especie de plancha marrón de mármol o veteado alabastro.