domingo, 19 de abril de 2020

Escribir y su gerundio



Como demostración de un proceso creativo común sujeto a una realidad homologable, niveladora, me sumo a esa multitud de principiantes que, pretendiendo ser originales, comienzan sus escritos poeticamente, con mayor o menor fortuna, destacando las dificultades del viejo arte de escribir, sintetizandolo en el peligroso vértigo (el desafío) que sufren ante el blanco de una hoja de papel, y la responsabilidad que ello conlleva, "ytodoeso", se me antoja que esto es, además, un trabajo como dijo García Márquez con un 10% de inspiración y un 90 % de transpiración, nada distinto a la habilidad que precisa subir un tabique, o, la gracia necesaria para plantar un bancal de ajos. Aquí se viene a escribir, ya llorado. Se viene porque se tiene algo que decir y si no, se inventa.

Es decir, escribiríamos mejor cuando haya algo que nos preocupe o conmueva y esa situación, ese estado alterado, nos empuje a contarlo. Como los enamorados aquellos de calendario, componían misivas incendiarias para paliar la ausencia de su amada en una de tantas variedades alotrópicas del amor.



Abro paréntesis: de todas maneras aquí la importancia recae en la destreza de los músicos, en acertar la elección de las canciones que acompaño. En su originalidad y frescura, que no se muy bien que indica. 
Para textos ya están El Ingenioso Hidalgo, Cien Años De Soledad y El Señor Presidente (Asturias, Miguel Ángel) Me maravilla la voluntariedad de los escritores en publicar algo, a sabiendas, por debajo del listón. En cierta manera, en una falta de escrúpulos, comparable a la moda de versionar películas míticas para facturar un producto peor que el original. Excepto el primer King-Kong (por antiguo) y El Cartero Siempre Llama Dos Veces (por su explosiva pareja) no creo que cintas maravillosas como El Nombre De La Rosa precisen actualizaciones. Como calificar una hipotética versión de Ciudadano Kane o Casablanca por movernos sólo dentro de la C?



En una premonición. Caravelli abandonaba la norma de obsequiarnos siempre en sus portadas con un rostro femenino, mas o menos sugerente, (en la linea más blanda que Fausto Papetti, más tipo carnet de identidad) para irnos concienciando de la importancia de la ecología, de la Naturaleza, con este arco iris de dibujo animado anunciador de nuevos y tal vez procelosos 
tiempos. 
Ya digo, es toda una revolución. Un cambio de registro. Algo profundamente se estaba gestando. Luego pasados los años supimos que las bolsas de plástico se pagan, se cobran, y todo lo demás.



La Orquestas, las Grandes Orquestas, derivaron en la marca blanca de la Música. A remolque de los interpretes del momento y sus éxitos, contribuyeron como grandes divulgadoras de ellos a fijarlos y darles esplendor. Formando, se quiera, o no, dentro de su generosa abundancia, de la esplendida cosecha, una aristocracia, una jerarquía, en una Segunda División de 
plata, rellenando el espacio de un paisaje que hoy disfrutan en las Estaciones de Servicio, las barras de pan y las bolsas de patatas.



Tiene esta canción, más allá de su acaramelada letra, un estimulante aire de optimismo, de final de semana, de tarde-noche en sala de audición o concierto. Un cálido olor a ducha reciente, y ropa escogida para la ocasión, alientan un retazo de libertad, de aventura, donde todo está preparado, dispuesto, y los planetas parecen alineados como premonición de nuevas y favorables expectativas amorosas, claro, y puedo asegurar, casi, que te presiento.

Una brisa suave peina el ambiente y todo parece congraciase para la ocasión. Para la imprevista cita, para nuestro casual e inevitable encuentro.



Toda la extensa obra de DC al estilo Jobim, es un cántico formal a la Naturaleza y está impregnada de sonidos lejanos, particulares, recónditos. Hay en el final de ese acarreo, un alambicado proceso de sublimación con ropa de domingo. Un acercamiento a la música cuasi religioso, místico, sagrado que nos retrotrae a las historias de pescadores narradas por su padre, alrededor de una lumbre, o de gauchos escritas en "parcería" con Paulo César Pinheiro. Escuchar a Caymmi y por extensión a sus hermanos, es pura ecología y una forma moderna de reciclaje.





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