domingo, 3 de marzo de 2024

Las personas que no aman a la gente



Continuaba hallando en el emborronamiento diario de aquellas cuartillas, con la fabulación de su escritura, un encaje novedoso a su existencia, donde la irrealidad, cobraba vida, se hacia palpable, auténtica, revelando así el negativo de su vida, en contraposición al contenido fantasioso, vulgar, y poco creíble de su anodina y corriente existencia.

Al permanecer recluido por el tránsito a la resolución de su expediente, sintió una confortabilidad, una liberación con respecto a su vida reciente, casi una paz, ahuyentando el permanente temor de perder la libertad que hasta entonces le había perseguido, atormentándolo, y, extrañamente, esa condición de reo le conducía al final del trayecto de las posibles penalidades, proporcionándole una tranquilidad extra, inesperada, ante la evidencia de que ya nada peor podía sucederle.

Divagó observando su carácter autónomo y la facilidad con que viaja nuestra mente, en los saltos inexplicables que toma, sin que, al parecer, exista nexo entre las materias a las que accede, para acabar ironizando en la urgente necesidad de desaprender, para estar al día, de maleducarse, de reeducarse.

Debido a los cambios por la modernidad de los tiempos se hacía preciso una revisión a sus modales, a su obsequiosa manera de ser y desprenderse de esos "malos" hábitos adquiridos en su infancia donde te enseñaban, machaconamente, a saludar, ceder el paso, ayudar a los ancianos, respetar aquí, colaborar allá, a observar, en definitiva, un conjunto de básicas normas de educación cuya aplicación es cada vez más minoritaria quedando obsoletas y fuera de lugar.
Y, ya, se veía, cómicamente, asistiendo a clases nocturnas rigurosamente para mayores donde desprenderse de toda esa hojarasca de formulismos, desprogramarse y reiniciarse.



Finalmente, dio un nuevo salto, sin saber como, y pensó en la importancia de la elección del nombre a la hora de bautizar a los recién nacidos, pues, ese acto crucial nos modela a su imagen y semejanza. Es decir, nosotros no hacemos al nombre y si al revés. Aprobó el enorme adelanto al desterrar la antigua tradición de seguir el Santoral, donde te rifabas el nombre o perpetuar la onomástica de tus antepasados condenado a sus nuevos descendientes de por vida.
Una inadecuada elección te condena a ser grueso, apocado o taciturno, para siempre.






 

No hay siete malo y si, camino sin retorno (7)



Recordó, como antes del incidente, sucedieron hechos curiosos, circunstancias caprichosas de compleja explicación. Se iba a dormir, miraba el reloj y coincidía con las 23:23h., compró varias chucherias y la nota sumó un total de 18:18, precisó un anticaida capilar, casi en desuso, y, aguardaba en la estantería, precisamente, una sola unidad; mantenía un contencioso con la administracción y recibió noticias de que se ponían a trabajar en su asunto, visitó varios centros comerciales, extrañamente, libres de compradores, correteó por diferentes partes de la ciudad encontrando, facilmente, aparcamiento, es decir, notó someros avisos, pequeñas pruebas, de una fuerza reguladora, de un revelador orden en su vida más allá de su albedrío, como si un poder externo, para bien, la guiara. 

Ya digo, cosas menores, el pequeño beneficio similar a sentirse tratado con agrado, mirado con simpatía, facilidades que te hacen el día a día más amable y cómodo, dándote la sensación de que existes y no estás solo.
De eso iba, según él, el realismo mágico que le embargaba. No consistía en obtener el premio en la lotería, donde no jugaba porque no creía y cuyo sistema de reparto no aprobaba, por ser necesario que muchos pierdan para que tu ganes, ni que Cindy Crawford te llamase, aburrida, para un retoque de su codiciada peca, donde, en esta imposible suerte mayor que la anterior, sería imprescindible, también, que muchos fracasasen para que alguno triunfe.

Comportaba acceder a un estado favorable de bonanza, intangible, que, quizás, no existiera, pero que era suficiente que el lo creyera, para hacerse efectivo, viable, posible y que tenia, en gran medida, algo que ver con una actitud vital por su parte, colaboradora, de ir a buscarlo, a ganárselo, a merecerlo, en una palabra.



........"Paisajes de Catamarca, con mil distintos tonos de verde, un pueblito acá, otro más allá, y el camino largo que baja y se pierde"....

Por ese tiempo, la sociedad había sufrido profundos cambios, acelerados, apenas sin tiempo para asimilarse, tan salvajes, de una transformación tan devastadora que, en nada se parecía a la de diez años antes. Sus habitantes seguían refractarios a la cultura, tan poco preparados, poco cultivados, pero, oh mágico poder de las marcas exclusivas, renovados, como salidos de un túnel de lavado. Esa evolución imparable afectó a todos los ámbitos: la gente dejó de acudir a los comercios para surtirse; el dinero físico desapareció de circulación, el trabajo se desempeñaba, practicamente, desde casa, los famliares cercanos, enfrentados en su mayoría, no se reunían ya ni en Navidad. Y ese festival de cambios alteraron hasta las relaciones humanas y éstas por una correlación de hechos que quizás lo explique, los roles sexuales. 

La heterosexualidad pasó a estar marginada, en entredicho, entró en desuso y acabó mal vista. Sus practicantes evitaban pronunciarse sobre su inclinación natural, y, sus residuales partidarios, la padecían, como sucede con las hemorroides, en silencio. En algunas Empresas, sus fichas laborales aparecían distinguidas con una H en un extremo desbancando por tamaño e importancia a la F de fumador si procedía. Ya nadie estaba tranquilo. No existía lugar seguro.

Su relación se volvió dificil, circunscrita a garitos apartados en el extrarradio de la ciudad (el "Cocktails For Two" y el "Dos Gardenias" languidecían, a medio gas) con encuentros furtivos, donde sus asistentes acudían bajo un acuerdo convenido, separados por sexos, para evitar sospechas y habladurías, y ya en su interior, rompían el pacto desaciendo esta formalidad para acabar aparejados, cruzados, como antiguamente.
 


Los matrimonios entre personas de distindo sexo seguían celebrándose, sin convicción, para cubrir el expediente, y bajo unas férreas claúsulas redactadas en gabinetes de colectivos vecinales, que ceñían su autorización contractual solo a efectos de procreación.

Con los intelectuales de la actual generación "lubina dos salsas" desertados, los sindicatos a lo suyo, sin líderes de ningún tipo, ni referentes sociales convincentes, la sociedad, educada y ocupada, exclusivamente, en consumir, se decantaba hacia alli como podría haber elegido otra opción, como una muestra más de modernidad, por esnobismo, en una forma revolucionaria de romper con la sacrosanta tradición.

En un primer momento se apuntó incluso por un gobernante caído, más tarde, en desgracia, que el problema, detectado en los hombres, surgió por alimentarse con pollo. Al parecer, sin ninguna evidencia cientifica, estos animales suelen tratarse con algún medicamento que rebaja, en una primera fase, el apetito sexual de los varones y a base de su consumo continuado, alterándolo, lo desvía. 

Si lo importante de un gato no es el color de su pelaje, sino su efectividad, que, blanco o negro, cace ratones, no debió valorarse tanto la preferencia, el tipo de carburante sexual que moviera a las personas, y, menos permitir cierta permisibilidad, cierta mano blanda, ante desafiantes advertencias deslizadas desde oscuras esferas de presión, semejantes a: "mejor no lo pruebes, el que lo prueba no vuelve".
Artemio López-Reverse (Derechos Embargados)

El realismo mágico que no cesa (6)



Amaneció, sudoroso, extenuado, confuso, como si detectase una correlación del tiempo. Una traslación en sus días, de tal modo, que, las 10:00h de la mañana correspondían en su nuevo estado a las 22:00h, siendo las 21:00 h de la noche, por tanto, las 9:00 horas tempranas del día.

De la misma forma que los impuntuales llevan su reloj personal atrasado con respecto al de sus citas, su dia se había desplazado, descuadrado, 12 horas, viviendo la noche en el periodo diurno y viceversa. Esto no tendría mayor importancia, era una cuestión de orden interno, pero vendría a confirmar una manifestación más del realismo mágico que padecía. 

Si Alonso Quijano de tanto leer novelas de caballería desvarió hasta convertirse en Don Quijote de la Mancha, a él, Nico Cienfuegos, comenzaba a afectarle la lectura de Cien Años de Soledad alternada, equitativamente, con El Señor Presidente.

Y se le figuraba este fénómeno harto complicado de explicar, como lo era achacar exactamente a que debiera ese calificativo, su literaruta preferida. Se diría que realismo quede justificado por la crudeza de los hechos narrados propios de la sociedad a la que retratan. Pueblos en tránsito, gentes de enonomías emergentes, en permanente expansión pero como en un bucle, siguen ahí, rehenes de su condición, lastrados por sus limitaciones. Personajes sanotes, más primitivos, menos evolucionados a diferencia de la literatura escandinava donde sufren similares penalidades, pero en un entorno exclusivo, más lujoso y sofisticado.

Por decirlo graficamente y con un ejemplo que entienda todo el mundo, en el boom sudamericano un personaje puede estar aquejado de golondrinos mientras que uno de Estocolmo, no.



Trastornado reemprendió la escritura, con una fuerza interior extraña como si una ristra de antepasados suyos, ágrafos, semi analfabetos, tuvieran la imperiosa necesidad de "explicotearse", también ellos, a través de él. 

Gente humilde, agricultores como daba el terreno, que en los días lluviosos de inactividad obligada, tejían pleita de esparto natural (cáñamo, esparto y mimbre: los tres pilares de la revolución!, pregonaban) para realizar con ella artículos como alpargatas, alforjas, cestos, serones o útiles de labranza, y, de quien heredó, a falta de patrimonio, firmeza en la palabra dada, rectitud de proceder y una seriedad en respetar lo ajeno, y, como consecuencia, una incapacidad total para atraer dinero y hacerse rico.

También, todo hay que decirlo, le llegó por vía familiar, una facilidad manual innata que aprovechó para dedicarse a la fabricación y montaje de collares, ensartando todo tipo de cuentas, (abalorios, bolas de piedra naturales, conchas, perlas, semillas) y en el ajuste, transformación o arreglo de cualquier modelo que se le presentase.

Era el médico o mecánico de los collares y su larga experiencia le proporcionó unos conocimientos valiosisimos en estética, en cuanto a su estilismo y la importancia de saber elejir bien el modelo adecuado. En la forma, tamaño y alargada. 
El collar, sentenciaba, es una expresión y una extensión más de la personalidad, habla por nosotros y a veces mal. Es un complemento que no se debería prestar, pues todo collar, no vale para cualquier persona y, cualquier persona no es idonea para lucir el primer collar. Principio éste que parecen desconocer algunas de las famosas que pululan por las Revistas de Actualidad.



"Por sus collares los conocereis", figuraba en el frontispicio de su cotidianidad y era su máxima favorita que compartía con igual estima con aquella otra sobre la indulgencia y parcialidad con nosotros mismos, que dice: Cualquier hija de portera, abandonada por su novio, cree que su vida es motivo para una novela.

Había algo de romanticismo decadente en su profesión que, dicho sea de paso, le permitíó pagar gastos y hacer tres frugaces comidas diarias. Como existía, también, queriendo parar el tiempo, en la obcecación y mantenimiento de esas otras tiendas residuales, de toda la vida, cuyos oficios y servicio estaban a punto de desaparecer. Ferreterias, mercerías y por ahí. 

Así y todo, halló en ese medio de vida, gracias a la manualidad de su trabajo, una forma sana en mantener la mente descargada, un disfrute constante con su actividad cuasi infantil, que hacía que los días transcurrieran con la duración de un fósforo y sobre todo, evitar formar parte de una farragosa estructura empresarial donde el puro hecho de trabajar, (la productividad) quizás sea, los menos importante.
Artemio López-Reverse (Derechos Embargados)



Martín Martin, a tocateja, y Tin Tin Por Tin Tin, sin pelos en la lengua (5)



En su situación de indefensión y hastío los días se repetían con una periodicidad insultante, burlona, --el tiempo es imparable, profetizaba-- cuya inexorabilidad machacona hubiera deseado ver quebrada, suspendida, y, comprobó, maravillado, la flexibilidad de la condición humana para readaptarse a nuevos estadios, reinventarse, a las nuevas circunstancias que el destino nos depara.

Mientras, recordaba como la convivencia se resentía por vivir a contrapelo con los sentimientos maltrechos por la incomprensión, en espera de una satisfacción largamente aplazada, generándose una incompatibilidad total permanente, donde las relaciones humanas circulaban, costosamente, como carros movidos por ruedas cuadradas.

Aunque todo el mundo escondía su decepción y fracaso, la gente se mostraba feliz de puertas para afuera. En su interior, soportoban un hondo pesar, de tal manera que alguien pudiera haber afirmado que una fuerza superior los hubiera aparejado, en un caprichoso juego macabro, con el compañero / ra equivocado / a. Pero no era verdad, eran herméticos, incomprensibles, porque los varones rudos y velludos, en su mayoría, eran inexpertos en sexo y bricolage, y las féminas, habían sido educadas en la abstinencia, y, además, se concedían, como es lógico y natural, sin libro de instrucciones.

Por un momento, resumiendo, pensó: el problema es que se jodía poco, y, mal repartido, siempre lo hacían los mismos. Unos pocos, por eso.


El sistema parecía nutrirse de insastifacción y mala leche y se retro alimentara, persiguíendo el innoble objetivo de amargar la vida a la gente. Para conseguir su próposito utilizaba todos los canales a su alcance, siendo los más visibles: negar el sexo, declarandole la guerra, e ignorar / machacar al deporte.

De tal modo que los logros deportivos conseguidos, eran clasificados como hitos históricos pues se asumian pese al regimen, con toda la resistencia negativa del gobierno, y sus ganadores, en disciplinas de un solo participante, esquí, tenis, lo eran mucho más, por partida doble, pues tenian que vencer dos veces. 

En cuanto al sexo, su no reconocimeinto más allá de la procreación, desembocó en un absentismo sexual, colocandonos a la cola de los paises de nuestro entorno y si se hubiera celebrado un campeonato o un test de rendimiento o efectividad, hubieramos acabado, muy merecida y ampliamente, en último lugar.

Para consumar estos fines, existía la figura del represor, y, rápidamente se demostró que el pais era proclive y muy eficiente en la especialidad del censor. Se cosechaban a millares, como setas por aquel tiempo, y de una calidad y durabilidad extraordinaria. Eran personas amargadas, reprimidas, que, encantados de haberse colocado, jugaban a ser Dios. Fumadores con dedos ennegrecidos y aspecto enfermizo, pero muy duchos a la hora de cortar secuencias en las peliculas de la época, o, prohibir cualquier tipo de publicación picante o atrevida.

Deus Brasileiro

Era tanto su afán en cuidar la integridad y decoro de sus compatriotas, que, en un exceso de celo, mutilando escenas a troche y moche, conseguían el inesperado resultado de alterar la trama, de tal modo, que, por tapar un adulterio, a veces convertían el desarrollo de la historia en un incesto. Y sin pestañear, se quedaban tan panchos.

Hay que decir que se venía de ganar una guerra. Y tu no te montas semejante jaleo para acabar gestionando la victoria como desearía tu adversario. Se gobernaba, abiertamente, sin complejos, con un par, en contra de la gente. O siendo más suaves, el personal era lo de menos. En aras de no se sabe muy bien que principios se ejercía el mando, con otros fines, con otros intereses.

El ser humano era una herramienta, una diana mobil donde abocar el desprecio y el resentimiento y estaba tan devaluado, que ya hubieran querido tener los derechos y la vida que disfrutan los animales de hoy. Las personas rivalizaban en sus vidas con los perros de entonces.

Artemio López-Reverse (Derechos Embargados)



Ojo de Tigre y otras Ágatas Ortiz de la Cosa (4)


Neófito en la escritura y consumidor de literatura de oidas, este hecho le había trastocado, transformado, sintiendo la imperiosa necesidad de "explicotearse" que era, según él, un grado más alto, una manera más amplia y contundente, de explicarse. Y lo hacía, apremiado, mediante estas cuartillas que trataría de salvar, en esa encrucijada cuyo incierto final estaba por resolverse.

Un piropo si, un simple y triste piropo era todo el motivo de sus males. Una lisonja que además llevaba el ingrediente biblico del pan, que, solo por su indespensabilidad, debería ya constituir un atenuante, y, ser, suficientemente disuasorio para no querer buscar más pies al gato: ¡ estás para mojar pan ¡ exactamente, recordó.

Y alegó en su favor, que hombres como él, amantes entusiastas del sexo contrario, deberían estar protejidos, sino subvecionados, por los organismos gubernamentales pertinentes como se salva a las ballenas, o a los osos de cualquier latitud y pelaje.

Argumentó en su defensa la no voluntariedad de su condición. Es decir, no había premeditación ni por supuesto alevosía en su necesidad de relacionarse con el sexo femenino, lo cual le resultara recomendable, propio y hasta conveniente. En una palabra, el no tenía culpa de formar parte, quizás por haberse criado con pecho materno, del denostado gremio al que "le gustaba una escoba con faldas".



"Mi Curro no quiere a nadie
Mi Curro no quiere a nadie
Namás que quere a su mare, que le cante y que le baile
Namás que quere a su mare, que le cante y que la baile"

Miró para atrás, a ese pedregal donde cuesta abajo se despeñaban sus esperanzas, y recordó con tristeza de donde venía, sus origenes, de una antigüedad cercana, muy próxima, de una prehistoria de antes de ayer, vergonzante, donde el sexo y todo lo relacionado con esta materia, no suposo, casi nunca, ninguna diversión, ningún hecho placentero relevante, y si, con la similitud de ir a robar fruta, una forma irremplazable de padecimiento.

Es decir la gente se administraba mal con el sexo. Acudían a él, al tema, como abandonados a su suerte, en un territorio hostil, desconocido, donde se hablara un lenguaje distinto, incomprensible, en condiciones extremas de falta de asesoramiento y capacitación. Recibían más instruccion en como conseguir un carnet de conducir, muy importante, desde luego, en la era de la logística y el reparto, que en como alimentar y convivir con esa otra parte suya, propia, que les iba a acompañar, decisivamente, de una u otra forma, para el resto de sus vidas.

Cayó en la cuenta de haber sido y estado gobernados securlamente por una pléyade de ineptos, una centuría de berzas, una miriada de pazguatos, malhumorados, pequeñajos, muy bajitos, regordetes, y, además, muy feos, feísimos, sin saber si debían su deporable físico a consecuencia de su maldad, o esta, a causa de lo agrio y desabrido de su temperamento.



Les disculpaba a éstos mandamases, su incapacidad manifiesta para con los idiomas, la refractariedad demostrada para la economía, su agrafismo profundo, la falta de sensibilidad para las artes en cualquiera de sus disciplinas, al tiempo, que lamentaba la no existencia de un Tribunal reparador, en un proceso revisionario, del estropicio y mal vivir causado por la negación y el desprecio, en una dejación de funciones incompresnsible, hacia esa necesidad de actividad sexual reparadora.

Y todo esta mala relación con el sexo, con el propio y su consecuencia directa, el ir mal jodido, en lenguaje coloquial, derivó en un cabreo generalizado, en una mala leche olímpica, que invadió todas las parcelas de la convivencia, alterandola, de tal modo que los proyectos de carreteras salían con curvas torcidas, imposibles, los puentes no aguantaban, los planes quinquenales se evaporaban sin resultados estimables, el trigo germinaba porque no le quedaba más remedio, pero el grano resultaba inservible, los padres cacheteaban a los hijos varones de veintitantos años, sin mayor motivo ni razón, mientras el pais lastrado por esta situación paralizante se resistía en mirar al futuro y no avanzaba.

En ese momento se sintió, más que nunca, solidario con el ser humano cuya desgracia y sufrimiento, viene de la Creación, y, aliviado, convino en que su actual situación, su peripecia, quizas, no fuese para tanto.
Artemio López-Reverse (Derechos Embargados)

jueves, 18 de enero de 2024

Redacción Extraescolar - Perdedores Natos (1)



Poco calculaba Nico Cienfuegos que descerrajar aquel piropo, a quemarropa, de “estás para mojar pan” a Sagrario Espejo le fuera a salir gratis. Como a un famoso coronel paisano suyo, el glorioso día en que descubriera el hielo, también a él, se le puso cara de cuarto y mitad, por la noticia acabada de recibir, a causa de este incidente.

De un tiempo a esta parte, las relaciones entre personas de distinto sexo se habian enturbiado, enfriandosen, una barbaridad. Una brecha separó más ambos caminos por donde, ignorándose, transitaban largamente en direcciones opuestas.
Toda atención al mal llamado sexo débil, era censurable, estaba mal vista y hasta perseguida. Y él, no lo entendía. Es decir, a fuerza de no entender, entendía que no entendia todo. 

Presentía se hubieran alterado las reglas del juego a mitad de la partida. Pese a su cortedad, se le figuraba que el raido calcetín de sus conocimientos rudos se hubiera girado del revés, desparramando sus exiguas realidades, desnudando, así, sus sagrados puntos de referencia. 
Tanto, como le costaba comprender que fuera imprescindiblemente obligatorio poseer una cuenta bancaria, averiguar en qué preciso momento el periódico La Bola, dejando de ser de izquierdas, cambió de adscripción política o, simplemente, que dispensar ciertos cumplidos al sexo opuesto, como es el caso, constituyera, en si, un perjuicio y menos un delito.

Provenía, bien es verdad, de una sociedad patriarcal, roma (sin punta), heredera de una cultura ancestralmente arcaica, formada en el galanteo, donde lo puro machote se confundía con lo puro fuertote, o al revés; cuando tener fama de mujeriego constituía un plus, casi un blasón, y, ya, a su abuelo, haciendo honor al poder calorífico de su apellido, le atrajeron, fuertemente, las mujeres, tanto como, después, le arrebataron el sentido a su padre, y siguiendo la tradición, le acabaron quemando las entretelas a él. De una manera natural. Le salía asi, sin esfuerzo.

Y en esa situación de asqueo, asombro y confusión, se le figuraba más cercana y posible, antes, que una guerra de los mundos, una rebelión en la granja entre sexos, que ni los propios Welles y Orwell con todo lo futuristas que eran, fueron capaces de vislumbrar.

Todo empezó sutilmente por erradicar la cortesía. 
Como si de un escenario orwelliano se tratara y en medio de un mal humor reinante, una nube tóxica de incompresión y desagrado, se cerniera sobre la literaria ciudad común de provincias, hasta donde el fenómeno llegara él a percibir y dimensionar.

Poco a poco había ido calando, inadvertidamente, en los nuevos habitantes que, consecuentemente, nacían ya, intolerantes al gluten, algunos, si, pero, todos preparados, dispuestos para la nueva forma de conducirse, exentos, se diría, de la necesidad de comunicarse, de relacionarse con el sexo contiguo. Y se apreciaba ya en las escuelas, en las calles, donde los chicos, cancelando al conjunto musical Los Bravos, ya no iban en cuadrillas mezclados con las chicas; por el contrario, veías, feliz y paralelamente, grupos de unos libres de otras, u, de otras, ajenas y distantes de sus compañeros.



La modernidad, ese monstruo fagocitador de la actualidad, era, posiblemente, eso; ya había llegado, estaba aquí, y, se manifestaba de diferentes maneras, todas distintas y nuevas para el, o alguien, quizás, manipulando la información le habia ocultado la aparición de conductas, géneros y nuevos sexos además de los aprendidos en su juventud, por este orden: masculino, femenino y neutro.

Consciente de su responsabilidad como hombre y todo lo que significa, como si fuera fácil, argüia, le guiaba un concepto madisoniano del amor, reflejado en los Puentes de Madison, que alguien le había contado, y concedía mayor valor a la conquista y sus preliminares, al tonteo, que a un perseguido botín por decirlo educadamente.

Y concebía esa entrega como un acto de generosidad, una forma completa de la existencia, la comprobación palpable de sentirse vivo. Siendo el sexo, solo, la guinda, la linea de meta, la certificación final del proceso.
Artemio López-Reverse (Derechos Embargados)

Redacción extraoficial - Peace & Love y Mantequilla (2)



Aturdido por la deriva de su situación, aducía y justificaba, su patinazo, esa forma alegre de conducirse, como una muestra excesiva de generosidad. Una esplendidez, gratuita, esteril, mal medida o mal canalizada, sin duda. Pero cuyo valor, hasta hacía muy poco, estaba vigente; era un apartado más del catálogo de ingredientes que dinamizaban las relaciones humanas. Era el lubricante, el tres en uno, que hacia fluir el entendimiento con el otro sexo. Y mantenía su posición, defendía su reprobado comportamiento, por ser una expresión más de su carácter, abierto y dicharachero, cuya familiaridad mal interpretada, le había ocasionado, ciertamente, algunas incómodas situaciones.

Sorprendía esta manera de ser, por tratarse de la parte extrovertida de sus cualidades personales, pero que formaba un todo indivisible, como suele ocurrir, en los demás ámbitos de la vida, donde todo se complementa en su justo equilibrio, y no sería razonable que te pudieras quedar, en una prueba de flagrante egoísmo, solo con el lado bueno.  

En contraposición, recordaba, con añoranza, allá en su juventud muestras de otros comportamientos rancios, tacaños, exentos de toda generosidad. y alcanzaba a recordar, con simpatía, como durante su Servicio Militar, destinado a un campamento construido en fríos barracones de madera, del estilo Rio Kwai, pero de secano, en el día dedicado a los servicios de la Compañía, se ofreciera, sin ninguna cualificación, a todas las propuestas de trabajo especializado, y, siendo rechazado, acabara, temidamente, de servicio en cocina.



Allí, a la intemperie, junto con un grupo de 7 u 8 soldados, en la zona de limpieza de perolines, donde cientos de bandejas de acero compartimentadas, le esperaban, a medida que transcurríera la mañana, iban causando baja incruenta sus compañeros de fatigas, ausentándose sin motivo, desfalleciendo de su función, sorprendentemente, y, muy meritoriamente, por hacerlo en un ámbito donde el castigo era inminente, hasta quedarse él, incapaz de "desertar", prácticamente, completando todo el trabajo solo.

Mas tarde, en repetidas ocasiones, tendría nuevamente oportunidad de ampliar el historial de decepciones, y confirmar, esta manera generalizada de ser, esta insolidaridad, esta incapacidad, esta falta de espíritu. 
Apreciaba para sus adentros, en una prueba general de máxima racanería, como ciertos elementos de la sociedad eran perniciosos, inmerecedores de las ventajas y logros que el esfuerzo colectivo ha cosechado. En números crudos, se diría que obtienen más benefícíos que su aportación neta al sistema les permite. Es decir, son deficitarios en tanto en cuanto consumen, empuercan y malgastan por encima de lo que les corresponde sin que sea fácil poner coto a este abuso.

Son los desequilibrios del sistema, se repetía, conformado. Las fugas o mermas en la contabiliadad del negocio, al por mayor, del Estado.



"Son tus perjúmenes mujer" de Carlos Mejía Godoy, sonaba en la radio del destacamento donde permanecía a disposición de la Autoridad competente, recluido en espera de una aclaración, término inconcreto, que era un subterfugio, una mala manera de retenerlo para exigir la expiación de su culpa.

  Mientras esperaba la solución a su caso, mitigaba su afrenta, emborronando estas cuartillas que más tarde trataría de que viesen la luz y que le proporcionaba, a regañadientes, Virgilio Arcilla, "Arcillita", secretario y antiguo compañero de la niñez, originario de su misma aldea, que no pudo negarse a facilitarselas por deberle el valioso favor recibido de su madre, la madre de él, que teniendo aptitudes para la medicina rural y sin ninguna titulación, de por medio, mas allá de la experiencia, oficiaba de comadrona y se prestó, gentilmente, a extraerle un frijol de la nariz, alojado, en una travesura infantil, durante una semana y por la humedad del conducto nasal aliada con los méritos de la madre Naturaleza, terminó germinado y alumbrando un diminuto e inofensivo tallito.
Artemio López-Reverse (Derechos Embargados)

sábado, 6 de enero de 2024

No le riñas más al nene, que ya ha aparecido el peine (3)


Escribía, escribía, escribía copiosamente, compulsivamente. Con glotonería, con el ansia propia de aquel que comiera con hambre muy atrasada. Impulsado por la indignación y el atolondramiento, sacar toda aquello de su interior, era, además de una forma de constatación y certidumbre del paso del tiempo, el único bálsamo que le tranquilizaba. 

Advirtió, ante ese abismo, al que su incierta situación le abocaba, como sucede ante una operación quirúrgica de envergadura o en el transcurso de un peligroso accidente, acudían a su mente infinidad de imágenes que se sucedían de forma vertiginosa como preprarándose para el fatal recuento del balance final de un ejercicio.

Comprobó, además, que en situaciones extraordinarais donde nos sentimos verdaderamente afectados, quizas por un mecanismo de autodefensa, seamos capaces de desarrollar una actividad desconocida, insospechada, donde se activan todos los resortes de nuestro organismo descubriendo nuevas capacidades y obteniendo un mayor rendimiento.  

Que útil sería, llegó a elucubrar, conocer el punto donde activar voluntariamente este estado, para obtener, en términos de efectividad, una mayor rentabilidad a nuestra existencia.

Y en esa sobreexcitación notó, extrañado, como se le agolpaban la ideas en su cabeza formando un cuello de botella, lamentando, que, en ocasiones, lo poco es malo y lo mucho sea peor.



Ideas, recuerdos, sensaciones disparadas, inconexas, vagas, sin que nada pudiera hacer él por contenerlas y ordenarlas. En ese estado de confusión, divagó por el realismo mágico, en el boom de la literatura sudamericana de los 70 para acabar, sin saber cómo ni porqué, reconociendo que en determinadas complicaciones de su vida, se preguntara como actuaría Emiliano Buendía, su admirado coronel, ante ese hecho puntual concreto, para acabar adoptando su equilibrada y supuesta decisión.

Por una forma caprichosa del comportamiento de nuestra mente que, en determinadas circunstancías, reacciona de un modo contrario al requerido, de tal modo, que en los entierros se suelan dar situaciones cómicas o se tienda con cierta predisposición a reir con una impropia facilidad, recordó en ese preciso instante tan inoportuno para la libido, como en otra variante de realismo esta vez, guarro, una larga lista de nombres como se le conoce, dependiendo de la latitud, al órgano genital masculino: 
cigala, cimbrel, ciruelo, cuca, chorra, dominga, mandao, mango, miembro, minga, pene, picha, pijo, pija, pilila, platano, polla, verga y vergajo 
en una suerte de cancioncilla como aquel que enumerara los ríos de un extensisimo y regado Continente.

Una de las imágenes que rescató en el calidoscopio sepia y vertiginoso de su existencia, estaba fechada en su infancia, haciendo buena esa realidad no contrastada de que cuanto mayor te haces, mas claramente recuerdas tus primeros años, y, era, practicamente, calcada a las magnificamente relatadas por Fellini en su maravallosa Amarcord, llegando a la conclusión que exista una sola y única niñez con su adaptación y aprendizaje pero que se repite como se proyecta nuestra imagen, infinitamente, en un ascensor o salón forrado de espejos. 

Recordaba que incluia el primer contacto con el odioso vicio de fumar, una leve iniciación teorica a la sexualidad para acabar compitiendo en un tipico concurso, entre colegas, haciendo pipí, alineados de pie, para comprobar quien lanzaba o llegaba más lejos con su orina.

En su estado y condición, los días dejaban un poso negro, amargo, imbebible, como le sucedía a su subvencionado café diario.

Artemio López-Reverse (Derechos Embargados)