domingo, 3 de marzo de 2024

Las personas que no aman a la gente



Continuaba hallando en el emborronamiento diario de aquellas cuartillas, con la fabulación de su escritura, un encaje novedoso a su existencia, donde la irrealidad, cobraba vida, se hacia palpable, auténtica, revelando así el negativo de su vida, en contraposición al contenido fantasioso, vulgar, y poco creíble de su anodina y corriente existencia.

Al permanecer recluido por el tránsito a la resolución de su expediente, sintió una confortabilidad, una liberación con respecto a su vida reciente, casi una paz, ahuyentando el permanente temor de perder la libertad que hasta entonces le había perseguido, atormentándolo, y, extrañamente, esa condición de reo le conducía al final del trayecto de las posibles penalidades, proporcionándole una tranquilidad extra, inesperada, ante la evidencia de que ya nada peor podía sucederle.

Divagó observando su carácter autónomo y la facilidad con que viaja nuestra mente, en los saltos inexplicables que toma, sin que, al parecer, exista nexo entre las materias a las que accede, para acabar ironizando en la urgente necesidad de desaprender, para estar al día, de maleducarse, de reeducarse.

Debido a los cambios por la modernidad de los tiempos se hacía preciso una revisión a sus modales, a su obsequiosa manera de ser y desprenderse de esos "malos" hábitos adquiridos en su infancia donde te enseñaban, machaconamente, a saludar, ceder el paso, ayudar a los ancianos, respetar aquí, colaborar allá, a observar, en definitiva, un conjunto de básicas normas de educación cuya aplicación es cada vez más minoritaria quedando obsoletas y fuera de lugar.
Y, ya, se veía, cómicamente, asistiendo a clases nocturnas rigurosamente para mayores donde desprenderse de toda esa hojarasca de formulismos, desprogramarse y reiniciarse.



Finalmente, dio un nuevo salto, sin saber como, y pensó en la importancia de la elección del nombre a la hora de bautizar a los recién nacidos, pues, ese acto crucial nos modela con su imagen y su semejanza. Es decir, nosotros no hacemos al nombre y si al revés. Aprobó el enorme adelanto al desterrar la antigua tradición de seguir el Santoral, donde te rifabas el nombre o perpetuar la onomástica de tus antepasados condenado a sus nuevos descendientes de por vida.
Una inadecuada elección te condena a ser grueso, apocado o taciturno, para siempre.






 

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