domingo, 3 de marzo de 2024

No hay siete malo y si, camino sin retorno (7)



Recordó, como antes del incidente, sucedieron hechos curiosos, circunstancias caprichosas de compleja explicación. Se iba a dormir, miraba el reloj y coincidía con las 23:23h., compró varias chucherias y la nota sumó un total de 18:18, precisó un anticaida capilar, casi en desuso, y, aguardaba en la estantería, precisamente, una sola unidad; mantenía un contencioso con la administracción y recibió noticias de que se ponían a trabajar en su asunto, visitó varios centros comerciales, extrañamente, libres de compradores, correteó por diferentes partes de la ciudad encontrando, facilmente, aparcamiento, es decir, notó someros avisos, pequeñas pruebas, de una fuerza reguladora, de un revelador orden en su vida más allá de su albedrío, como si un poder externo, para bien, la guiara. 

Ya digo, cosas menores, el pequeño beneficio similar a sentirse tratado con agrado, mirado con simpatía, facilidades que te hacen el día a día más amable y cómodo, dándote la sensación de que existes y no estás solo.
De eso iba, según él, el realismo mágico que le embargaba. No consistía en obtener el premio en la lotería, donde no jugaba porque no creía y cuyo sistema de reparto no aprobaba, por ser necesario que muchos pierdan para que tu ganes, ni que Cindy Crawford te llamase, aburrida, para un retoque de su codiciada peca, donde, en esta imposible suerte mayor que la anterior, sería imprescindible, también, que muchos fracasasen para que alguno triunfe.

Comportaba acceder a un estado favorable de bonanza, intangible, que, quizás, no existiera, pero que era suficiente que el lo creyera, para hacerse efectivo, viable, posible y que tenia, en gran medida, algo que ver con una actitud vital por su parte, colaboradora, de ir a buscarlo, a ganárselo, a merecerlo, en una palabra.



........"Paisajes de Catamarca, con mil distintos tonos de verde, un pueblito acá, otro más allá, y el camino largo que baja y se pierde"....

Por ese tiempo, la sociedad había sufrido profundos cambios, acelerados, apenas sin tiempo para asimilarse, tan salvajes, de una transformación tan devastadora que, en nada se parecía a la de diez años antes. Sus habitantes seguían refractarios a la cultura, tan poco preparados, poco cultivados, pero, oh mágico poder de las marcas exclusivas, renovados, como salidos de un túnel de lavado. Esa evolución imparable afectó a todos los ámbitos: la gente dejó de acudir a los comercios para surtirse; el dinero físico desapareció de circulación, el trabajo se desempeñaba, practicamente, desde casa, los famliares cercanos, enfrentados en su mayoría, no se reunían ya ni en Navidad. Y ese festival de cambios alteraron hasta las relaciones humanas y éstas por una correlación de hechos que quizás lo explique, los roles sexuales. 

La heterosexualidad pasó a estar marginada, en entredicho, entró en desuso y acabó mal vista. Sus practicantes evitaban pronunciarse sobre su inclinación natural, y, sus residuales partidarios, la padecían, como sucede con las hemorroides, en silencio. En algunas Empresas, sus fichas laborales aparecían distinguidas con una H en un extremo desbancando por tamaño e importancia a la F de fumador si procedía. Ya nadie estaba tranquilo. No existía lugar seguro.

Su relación se volvió dificil, circunscrita a garitos apartados en el extrarradio de la ciudad (el "Cocktails For Two" y el "Dos Gardenias" languidecían, a medio gas) con encuentros furtivos, donde sus asistentes acudían bajo un acuerdo convenido, separados por sexos, para evitar sospechas y habladurías, y ya en su interior, rompían el pacto desaciendo esta formalidad para acabar aparejados, cruzados, como antiguamente.
 


Los matrimonios entre personas de distindo sexo seguían celebrándose, sin convicción, para cubrir el expediente, y bajo unas férreas claúsulas redactadas en gabinetes de colectivos vecinales, que ceñían su autorización contractual solo a efectos de procreación.

Con los intelectuales de la actual generación "lubina dos salsas" desertados, los sindicatos a lo suyo, sin líderes de ningún tipo, ni referentes sociales convincentes, la sociedad, educada y ocupada, exclusivamente, en consumir, se decantaba hacia alli como podría haber elegido otra opción, como una muestra más de modernidad, por esnobismo, en una forma revolucionaria de romper con la sacrosanta tradición.

En un primer momento se apuntó incluso por un gobernante caído, más tarde, en desgracia, que el problema, detectado en los hombres, surgió por alimentarse con pollo. Al parecer, sin ninguna evidencia cientifica, estos animales suelen tratarse con algún medicamento que rebaja, en una primera fase, el apetito sexual de los varones y a base de su consumo continuado, alterándolo, lo desvía. 

Si lo importante de un gato no es el color de su pelaje, sino su efectividad, que, blanco o negro, cace ratones, no debió valorarse tanto la preferencia, el tipo de carburante sexual que moviera a las personas, y, menos permitir cierta permisibilidad, cierta mano blanda, ante desafiantes advertencias deslizadas desde oscuras esferas de presión, semejantes a: "mejor no lo pruebes, el que lo prueba no vuelve".
Artemio López-Reverse (Derechos Embargados)

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