jueves, 18 de enero de 2024

Redacción Extraescolar - Perdedores Natos (1)



Poco calculaba Nico Cienfuegos que descerrajar aquel piropo, a quemarropa, de “estás para mojar pan” a Sagrario Espejo le fuera a salir gratis. Como a un famoso coronel paisano suyo, el glorioso día en que descubriera el hielo, también a él, se le puso cara de cuarto y mitad, por la noticia acabada de recibir, a causa de este incidente.

De un tiempo a esta parte, las relaciones entre personas de distinto sexo se habian enturbiado, enfriandosen, una barbaridad. Una brecha separó más ambos caminos por donde, ignorándose, transitaban largamente en direcciones opuestas.
Toda atención al mal llamado sexo débil, era censurable, estaba mal vista y hasta perseguida. Y él, no lo entendía. Es decir, a fuerza de no entender, entendía que no entendia todo. 

Presentía se hubieran alterado las reglas del juego a mitad de la partida. Pese a su cortedad, se le figuraba que el raido calcetín de sus conocimientos rudos se hubiera girado del revés, desparramando sus exiguas realidades, desnudando, así, sus sagrados puntos de referencia. 
Tanto, como le costaba comprender que fuera imprescindiblemente obligatorio poseer una cuenta bancaria, averiguar en qué preciso momento el periódico La Bola, dejando de ser de izquierdas, cambió de adscripción política o, simplemente, que dispensar ciertos cumplidos al sexo opuesto, como es el caso, constituyera, en si, un perjuicio y menos un delito.

Provenía, bien es verdad, de una sociedad patriarcal, roma (sin punta), heredera de una cultura ancestralmente arcaica, formada en el galanteo, donde lo puro machote se confundía con lo puro fuertote, o al revés; cuando tener fama de mujeriego constituía un plus, casi un blasón, y, ya, a su abuelo, haciendo honor al poder calorífico de su apellido, le atrajeron, fuertemente, las mujeres, tanto como, después, le arrebataron el sentido a su padre, y siguiendo la tradición, le acabaron quemando las entretelas a él. De una manera natural. Le salía asi, sin esfuerzo.

Y en esa situación de asqueo, asombro y confusión, se le figuraba más cercana y posible, antes, que una guerra de los mundos, una rebelión en la granja entre sexos, que ni los propios Welles y Orwell con todo lo futuristas que eran, fueron capaces de vislumbrar.

Todo empezó sutilmente por erradicar la cortesía. 
Como si de un escenario orwelliano se tratara y en medio de un mal humor reinante, una nube tóxica de incompresión y desagrado, se cerniera sobre la literaria ciudad común de provincias, hasta donde el fenómeno llegara él a percibir y dimensionar.

Poco a poco había ido calando, inadvertidamente, en los nuevos habitantes que, consecuentemente, nacían ya, intolerantes al gluten, algunos, si, pero, todos preparados, dispuestos para la nueva forma de conducirse, exentos, se diría, de la necesidad de comunicarse, de relacionarse con el sexo contiguo. Y se apreciaba ya en las escuelas, en las calles, donde los chicos, cancelando al conjunto musical Los Bravos, ya no iban en cuadrillas mezclados con las chicas; por el contrario, veías, feliz y paralelamente, grupos de unos libres de otras, u, de otras, ajenas y distantes de sus compañeros.



La modernidad, ese monstruo fagocitador de la actualidad, era, posiblemente, eso; ya había llegado, estaba aquí, y, se manifestaba de diferentes maneras, todas distintas y nuevas para el, o alguien, quizás, manipulando la información le habia ocultado la aparición de conductas, géneros y nuevos sexos además de los aprendidos en su juventud, por este orden: masculino, femenino y neutro.

Consciente de su responsabilidad como hombre y todo lo que significa, como si fuera fácil, argüia, le guiaba un concepto madisoniano del amor, reflejado en los Puentes de Madison, que alguien le había contado, y concedía mayor valor a la conquista y sus preliminares, al tonteo, que a un perseguido botín por decirlo educadamente.

Y concebía esa entrega como un acto de generosidad, una forma completa de la existencia, la comprobación palpable de sentirse vivo. Siendo el sexo, solo, la guinda, la linea de meta, la certificación final del proceso.
Artemio López-Reverse (Derechos Embargados)

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