En los 60/70 cuando los medios escritos marcaban tendencia y tenían importancia, convivían tres revistas semanales serias punteras: Destino, Triunfo y Gaceta Ilustrada. Era en ésta última donde aparecía, periodicamente, un relato presentado por Alfred Hitchcock, muy de moda por entonces gracias a sus continuos éxitos y que más tarde se presentarían, recopilados sin duda, en un volumen tipo de la portada.
Recuerdo una entrega donde un agente veterano acompañaba / ilustraba a un joven prometedor sobre una de las pequeñas y múltiples martingalas / trampas establecidas a nuestro alrededor sin que reparemos en ello. Se trataba de visitar un supermercado cuyo responsable timaba a sus clientes: dejaba apoyada, inadvertidamente, al lado de la caja una escoba etiquetada, nueva, cuyo importe se cargaba sistemáticamente a todos los clientes, supongo que siempre a partir de un número determinado de productos.
Ahora los chorizos se han independizado y no roban ya para la colectividad o Empresa. Mantengo que existe un plan o complot generalizado para timar al cliente. Es decir, sostengo que los porcentajes de beneficio se han quedado cortos y no cubren, haciendo insostenible cualquier economía.
Este es el truco actualizado.
Visitado un supermercado de moda, como en el relato del rey del suspense, advierto el extraño comportamiento de un cajero inquieto y bullicioso, hasta el extremo que el vello de mis brazos se dispara y eriza como un aviso, en un ejercicio de alarma, de auto defensa. Lejanamente escucho ante el turno de cada nuevo cliente, por su parte, una especie de coletilla que a modo de disculpa se repite indefectiblemente.
Llegada mi vez, realiza la suma y tratándose de una compra en metálico, también me repite que no tiene billetes de cinco y por ello debe darme el cambio en monedas. Sin revisarlo, por las apreturas de una larga cola, sopeso tácticamente el cambio y ya advierto un escaso número de monedas. A la salida, llegado al estacionamiento, efectúo el recuento: a mi tambien me ha estafado un par de euros.
Canciones obsequio:
Con Jayme Marques descubrimos y nos iniciamos en un género musical lleno de sonidos nuevos, acercándonos lejanas musicalidades en una misión casi de campaña, a pie de calle, sin intermediarios, con un lenguaje atrayente, distinto; con matices y "texturas" que llevábamos dentro y nadie había conseguido despertar. Con su figura inquieta y tamaño mediano que se agigantaba en el escenario fue nuestro Jobim / Gilberto del momento como perfecto embajador de los "originales" que no nos podíamos permitir. Luego vendría Veloso y para entonces ya teniamos inoculado el bichito. Muchas gracias!