lunes, 24 de junio de 2019

La Dudosa Gratuidad De Soñar (II)



Digasmolo sin rodeos. Sin eufemismos. Con toda su dureza / crudeza. El ser humano se ha tomado muy en serio, desde el principio, la naturaleza del trabajo como un castigo, y, por tanto, trata de burlarlo desde todas sus variantes. Lo del sudor de tu frente queda reservado para el deporte y la diversión. 
Se diría que la secuencia evolutiva sobre nuestra metamorfosis donde la completan, victoriosamente, seis fases o estados, es una visión optimista. Estamos lejos del mono desnudo, pero solo hemos conseguido vestirlo a medias, que vaya en taparrabos. (Y no lo digo solo por las manifiestas dificultades de lucir jaqué.)

Trato de resaltar que somos mejorables pero no por arriba, por la excelencia, sino al contrario, por abajo, en lo primitivo que aún no nos ha abandonado.



En US, cuya influencia por su cultura de asimilación, no tiene límites, tenían por costumbre en las relaciones laborales y al final del proceso de selección de un candidato, enfrentarlo a la gustosa prueba de sentarlo a la mesa e invitarle a comer. Es ahí, en ese apartado, en la desenvoltura con los cubiertos y la familiaridad del ambiente, donde ofrecemos una visión más exacta de lo que somos. De donde venimos.
Debe haber algo de razón en este estudio, pues, todos estos siglos de aprendizaje, no han servido para tomar el café con leche sin la cuchara dentro del vaso.

En un programa de televisión generalista cuyos canales ya no ve nadie, las parejitas escenifican su cita con la excusa de cenar en un restaurante del amor. El menú consiste en ensaladas y poco más, pero el espectador sufre no por el intríngulis de aparejarse, sino ante las verdaderas dificultades de los comensales para domar e ingerir los espagueti. La gente solo tiene el máster de engullir hamburguesas.

Mi opinión es justamente inversa, valemos en la medida que desempeñamos nuestro trabajo. Con nuestra implicación y desenvoltura. Es ahí, donde ofrecemos la verdadera valía de nuestra persona y si merecemos o no, que nos lleven a cenar.



Que se puede esperar de quien no conoce el sentido y valor de la puntualidad? Si empezamos por no observar rigurosamente la palabra dada, cumpliendola, todo cuanto suceda después estará sujeto al albur. Muchas empresas en previsión de los retrasos del personal han optado por el horario libre, que ofrece un margen de entrada y marca la hora de salida.

Muchos de estos comportamientos irregulares, deficitarios, vienen dados por la falta de voluntad. Entre los grandes triunfadores y el resto de humanos no existe una diferencia, en origen, insalvable, definitiva. De tal modo que nos incapacite para desarrollar las actividades en las que ellos triunfan. Lo que los convierte en ganadores es la capacidad de sacrificio, tesón, pundonor, la auto-estima. No son buenos, presdestinadamente, no eran mejores, se han hecho.

Existen maneras de ejercitar el "músculo" de nuestra voluntad, como es sabido. Todas dolorosas, como no podría ser de otra manera. La más a mano, consiste en entrenarlo realizando cinco o seis tareas diarias que nos disgusten, por el solo y simple hecho de vencer su desagrado.



Estampo aquí, en el muro de mi casa que es particular, un grafitti cívico y sentido, en un mensaje a mi mismo, con frases inconexas por la necesidad de explicarme, de interpretarme, de revelar el negativo, con la tranquilidad, que posiblemente, su contenido escape a la lectura de un visitante accidental e inesperado. 
Disciplinando, tal vez, mi propia voluntad en un destalle, liberador de lo innecesario, a este árbol que anida en mi, que me ha ido creciendo por dentro, brotando rama a rama, verso a verso, golpe a golpe, y, al observarlo, adivino facciones que recuerdan, lejanamente, tardiamente, a mi, rasgos desdibujados que luchan por aflorar, orondas sombras de jade, en ese otoño precoz, a su borrosa y extraña superficie.



Hay un mal envejecer dañino y cobarde en el aire, pues siempre supone ir a peor, renunciar, apurar páginas del libro de la vida. Una caducidad generalizada acechante y justiciera. Se intuye, a cada renovación de cualquier carnet en la actualizada foto del titular. Y se padece de mil maneras, pero, se va madurando, concretando, cristalizando, en la dificultad de abandonar el auto. En bajar, tomar tierra, salir. Lo que los taxistas, ágrafos y voraces, conocen en en su argot, como "desencochar".

Al juego infantil de pellizcar el dorso de la mano y comprobar la rapidez de la piel en recuperar su tersura inicial dependiendo de la edad, hay que añadir para adivinar los años, la facilidad en reincorporarse al abandonar un vehículo. Esa es tu edad real, independientemente, a la que indique tu DNI.



Repaso notas de atardeceres rojos o madrugadas en blanco, recordadas por pura y dura repetición, (cultura del esfuerzo):

"A mí efectivo método para liberarse del tabaco dejando de fumar, todavía sin explotar, le sigue, prometedoramente, un revolucionario sistema de adelgazamiento que tendré que perfeccionar, con ligeros retoques: no consigo bajar los 90 kilos."

"El concepto Oferta está asociado, indefectiblemente, a alguna suerte de delito. Lo mismo que Rebaja, su superiora jerarquicamente, que establecida, ya, goza de propia temporalidad. Ambas son palabras evocadoras, mágicas, y, salvoconducto al chalaneo, la estafa, el chanchullo o la martingala."

"En un acceso de realismo mágico, Hornachos es mi Macondo, utópico, personal e intransferible.
No confundir con Hornachuelos, protuberancia de moda nacida a la Capital, donde sólo pululan putas y señoritosª. 

"Sumergió sus extremidades inferiores en un preparado mar de abundante agua jabonosa. Bajo la espuma, el alivio fue inmediato, y, tan grande, que contrariado, lamentó contar con sólo dos pies para refrescarse."

"Bien mirado, los libros de auto ayuda son de una utilidad enciclopédica. Sobretodo para sus eximios autores, a quienes rescatan y ayudan económicamente, "quid pro quo, " a llegar a fin de... Año".




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