Aunque todo el mundo escondía su decepción y fracaso, la gente se mostraba feliz de puertas para afuera. En su interior, soportoban un hondo pesar, de tal manera que alguien pudiera haber afirmado que una fuerza superior los hubiera aparejado, en un caprichoso juego macabro, con el compañero / ra equivocado / a. Pero no era verdad, eran herméticos, incomprensibles, porque los varones rudos y velludos, en su mayoría, eran inexpertos en sexo y bricolage, y las féminas, habían sido educadas en la abstinencia, y, además, se concedían, como es lógico y natural, sin libro de instrucciones.
Por un momento, resumiendo, pensó: el problema es que se jodía poco, y, mal repartido, siempre lo hacían los mismos. Unos pocos, por eso.
El sistema parecía nutrirse de insastifacción y mala leche y se retro alimentara, persiguíendo el innoble objetivo de amargar la vida a la gente. Para conseguir su próposito utilizaba todos los canales a su alcance, siendo los más visibles: negar el sexo, declarandole la guerra, e ignorar / machacar al deporte.
De tal modo que los logros deportivos conseguidos, eran clasificados como hitos históricos pues se asumian pese al regimen, con toda la resistencia negativa del gobierno, y sus ganadores, en disciplinas de un solo participante, esquí, tenis, lo eran mucho más, por partida doble, pues tenian que vencer dos veces.
En cuanto al sexo, su no reconocimeinto más allá de la procreación, desembocó en un absentismo sexual, colocandonos a la cola de los paises de nuestro entorno y si se hubiera celebrado un campeonato o un test de rendimiento o efectividad, hubieramos acabado, muy merecida y ampliamente, en último lugar.
Para consumar estos fines, existía la figura del represor, y, rápidamente se demostró que el pais era proclive y muy eficiente en la especialidad del censor. Se cosechaban a millares, como setas por aquel tiempo, y de una calidad y durabilidad extraordinaria. Eran personas amargadas, reprimidas, que, encantados de haberse colocado, jugaban a ser Dios. Fumadores con dedos ennegrecidos y aspecto enfermizo, pero muy duchos a la hora de cortar secuencias en las peliculas de la época, o, prohibir cualquier tipo de publicación picante o atrevida.
Era tanto su afán en cuidar la integridad y decoro de sus compatriotas, que, en un exceso de celo, mutilando escenas a troche y moche, conseguían el inesperado resultado de alterar la trama, de tal modo, que, por tapar un adulterio, a veces convertían el desarrollo de la historia en un incesto. Y sin pestañear, se quedaban tan panchos.
Hay que decir que se venía de ganar una guerra. Y tu no te montas semejante jaleo para acabar gestionando la victoria como desearía tu adversario. Se gobernaba, abiertamente, sin complejos, con un par, en contra de la gente. O siendo más suaves, el personal era lo de menos. En aras de no se sabe muy bien que principios se ejercía el mando, con otros fines, con otros intereses.
El ser humano era una herramienta, una diana mobil donde abocar el desprecio y el resentimiento y estaba tan devaluado, que ya hubieran querido tener los derechos y la vida que disfrutan los animales de hoy. Las personas rivalizaban en sus vidas con los perros de entonces.
Artemio López-Reverse (Derechos Embargados)
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