Exceso de celo y venganza a partes iguales.
Hay gente que se implica en los trabajos y no se limitan, solo, a cumplir el horario, y, hacer ver, como suele pasar, que trabajan. Y este es el caso. Máxime cuando el desarrollo de los acontecimientos les consigue salpicar y afectar, directamente, su vida afectiva y familiar. Y entonces el cabreo es doble, y, la respuesta, por tanto, doblemente contundente.
Y así estamos. Unos malos muy malos, de una maldad perversa, de pescatero, que, a sabiendas, te coloca el pescado podrido, donde el trabajo sucio lo realiza un jovencisimo y prometedor Lee Marvin junto con otro "pringao" para alcanzar un final políticamente correcto, acorde con la época: donde el bien a pesar de todo triunfa y la integridad tiene, tardíamente, premio, restitución de cargo/puesto y mesada.
Una ocasión más, ya puestos, para comprobar que la tristeza y melancolía desparramada por Glenn Ford a lo largo y ancho de su carrera no es impostada. Es natural. Auténtica. De tanatorio. No se si este hombre tenía remordimiento de haber abofeteado a Rita en Gilda y le quedó esa expresión traumática que le incapacita para reir, o, simplemente, para fingir ser feliz.
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